Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla.
Les habló mucho rato en parábolas:
«Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, una parte cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron.
Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda brotó en seguida; pero en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó.
Otra cayó entre abrojos, que crecieron y la ahogaron.
Otra cayó en tierra buena y dio fruto: una, ciento; otra sesenta; otra, treinta.
El que tenga oídos, que oiga».
Evangelio de San Mateo 13, 1-9
A veces siento que mis dificultades y el diario vivir me alejan de Dios y pienso en esa semilla que cae al borde del camino y las aves se la llevaron y se las comieron con mi mal genio, con mi enojo, con mi impaciencia.
Porque ser católico no es título de un santo sino de un pecador que anhela la santidad para dar penitencia por las almas que necesitan de la infinita misericordia de nuestro señor Jesús.
Y vivir en el mundo sin ser del mundo es una constante lucha con nuestro interior, nuestras heridas, las personas a nuestro alrededor, una constante lucha con nuestro pasado, que nos persigue.
Pero te tengo una buena noticia aunque muchas semillas no caigan en buena tierra (un corazón dispuesto) y parece que nos alejamos de nuestro propósito, Dios no se cansa de esperar que nuestra tierra (nuestro corazón) se rompa (arrepentimiento y conversión) y sea hecho nuevo gracias a Jesús.
El secreto para que demos fruto es el arrepentimiento y ser sagrarios vivos, ojalá a diario.
Ir a misa diariamente y comulgar es la manera en la que preparamos nuestra alma para el cielo.
Y nos lleva a la divina voluntad en nuestra vida por elección propia.
El único que nos devuelve la gracia que perdimos con el pecado original es Jesús a través del espíritu santo cuando nos confesamos para que nuestro corazón deje de ser mala tierra, un camino lleno de aves, o un camino pedregoso, o la combinación de los tres.
La fe en Dios y las ganas de un cambio de vida rompen un corazón, y la sangre de Cristo lo hace nuevo listo para dar fruto después de recibir las semillas de su amor.
Personalmente la forma más fácil que encontró Dios para enamorarme de su hijo Jesús fue el Inmaculado Corazón de María, su corazón está eternamente entrelazado con el de Jesús.
Ella es la triplemente coronada como Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo y Esposa de Dios Espíritu Santo.
Cuantas gracias divinas eternamente son derramadas en nuestra Mamita que si las buscamos con la oración son derramadas en nosotros.
Es maravilloso conocer ahora mi fe católica y meditar en la palabra de Dios porque me muestra un camino seguro a los brazos de Dios Padre llevando a muchas almas a conocer y convertir su vida en frutos espirituales.
Nunca paro de aprender. Dios me regala lo que quiere que sepa para hacer solo su divina voluntad.
Yo se lo he pedido, ser su esclava es mi propósito para llevar a muchas almas a alabarle en la eternidad.
¿Y cuál es tu propósito cristiano? Te leo.