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martes, 21 de septiembre de 2021

El Sufrimiento

 



El dolor ha sido motivo de una gran variedad de opiniones, sin embargo, la visión preponderante es la de concebir al sufrimiento como algo intrínsecamente malvado, y la modernidad pretende liberar en su totalidad al ser humano de este útil sentimiento. Provocando el alejamiento y la renuncia a todo rastro de sufrimiento.

Pero, el católico debe entender esto de manera distinta, el sufrimiento forma parte fundamental de nuestra fe, ya que, por el sufrimiento y a través de él somos capaces de ser salvos, nos purificamos y nos santificamos, pues sin el sufrimiento, paradójicamente, estaríamos condenados eternamente a él, sin retorno y sin esperanza.

A lo largo de la historia el magisterio nos ha dado múltiples demostraciones de esto, los apóstoles sufrieron múltiples dolores e infinitas penas que con la fe puesta en nuestro señor los soportaron con firmeza y decisión, los muchos santos mártires son otra muestra de esto, fueron capaces de soportar el sufrimiento con una única misión, la de mantener su fe en nuestro señor Jesucristo, la santísima virgen también pasó por esto, pues observó al pueblo judío y las autoridades romanas torturar y asesinar a su santísimo hijo, al hijo de Dios y señor nuestro, dispuesto a sufrir horrores con tal de traer la reconciliación con su pueblo, de rehacer un lazo que nosotros con nuestros pecados rompimos en el pasado y que Jesús con su sangre ha restaurado por un incomprensible amor.

Por tanto, el sufrimiento es una herramienta que se nos da con motivo y finalidad para salvarnos, para tener la oportunidad de reunirnos con nuestro padre celestial que con los brazos abiertos nos espera. En ocasiones podemos pensar o sentir sufrimiento y equivocadamente rápidamente huimos de él, refugiándonos en el pecado o el error, huyendo a sectas que con mensajes sentimentalistas y heréticos nos abducen con promesas de evitar ese sufrimiento, y no hay peor cosa que refugiarnos en el placer momentáneo, placer que contrariamente a nuestro señor nos conduce al sufrimiento eterno.

Seamos pues, conscientes de estas verdades y alejémonos de toda tentación que con ánimos de frenar nuestro sufrimiento nos conduzcan a uno mucho peor.

 

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