La dignidad de la mujer, sin importar su acción, es la misma que la del hombre. Sin embrgo, posee características propias inspiradas por su naturaleza.
Dentro del matrimonio estás características especiales, del hombre y de la mujer, son necesarias para la formación de la familia.
Es por eso que nos encontramos con una característica esencial de la mujer, que es la maternidad y no sólo biológica sino espiritual. Dicha característica se nos da, a partir de nuestra esencia tanto física como espiritual, de llevar dentro de nosotros a los demás, en nuestro corazón, en nuestra mente y sobre todo en nuestro vientre.
Sin embargo, la actualidad nos muestra una mujer que se debe revelar a esta esencia. Rechazando el velar por los demás y más grave aún, el no hacernos responsables de ellos, despreciando así incluso, el fruto de nuestro vientre.
Se nos olvida, sobre todo a las Católicas o a las que nos casamos bajo el rito católico, que tomándonos de la mano, viéndonos a los ojo dijimos en voz alta, estar dispuestos a recibir de Dios responsable y amorosamente los hijos, y a educarlos según la ley de Cristo y de su Iglesia. En cambio pareciera que recordamos que sólo tendríamos a aquellos a quienes nos alcanzara llevar de vacaciones, o a quienes pudiéramos meter en escuelas particulares de alto rendimiento, a quienes cupieran en la selfie.
Se nos olvida que parte de nuestro quehacer en la Sociedad es la crianza responsable de nuestros hijos.¿ Y por qué se nos olvida? Porque nos hemos dejado llevar por la neblina suave del feminismo actual, ese feminismo que sangra sus vientres y expone sus pechos, es el mismo, que nos grita EMPODERATE MUJER.
¿Qué es empoderamiento?
Empoderamiento no es algo más que independencia, y muchas católicas lo usamos incluso sin saber su significado, como un adjetivo más a la mujer, empoderamiento libertad.
Pero, ¿De quién o de qué somos presas las mujeres para gritar por empoderamiento?
Pues del marido, de los hijos, del quehacer de una casa, del mandado, de los gastos, de los pagos, de las enfermedades, del andar bien y de buenas y eso muchas veces sólo se logra vistiendo bien, salir con las amigas, desahogarnos de “la carga mental”.
Para lograr dicho empoderamiento, salimos de casa, muy temprano, a buscar un sueldo y un reconocimiento que se queda corto con lo que hacemos, que no es suficiente más que para pagar una casa vacía, una señora que nos ayuda en la casa y que conoce más a nuestros hijos que nosotros mismos, una guardería con horario extendido en donde entregamos a los hijos dormidos y esperamos recogerlos igual, a pero eso sí, yo tengo mi dinero y no me mantiene mi marido.
Bonito detalle, olvidar que en aquella pomposa boda el hombre prometió al dar las arras, que no faltaría lo necesario el hogar. Y la mujer, sin condiciones las recibió en señal del cuidado que tendria de que todo se aproveche en el hogar. Nunca juramos trabajar hombro a hombro para satisfacer las necesidades y gustos de cada uno porque con un sólo sueldo no es suficiente.
Pero lo que pasa en las bodas se queda en las bodas.
Así como los matrimonios tememos una infidelidad, de la misma forma deberíamos temer, el asumir el papel del otro, o lo que es peor, el minimizarlo y buscar con nuestros medios aquello que no satisface nuestro cónyuge. Suena horrible y se vive peor.
Queremos influir en la sociedad, lograr el bien común en las futuras generaciones, regresemos al hogar, madres católicas, no nos es lícito permanecer ausentes de nuestro hogar.
Hay mucha casuística en temas de cuántos hijos debemos tener y cada cuando, mucha casuística en las decisiones de cada familia para que ambos trabajen. Pero también hay mucha mediocridad maternal que prefiere que alguien más vele por sus hijos, mientras nosotros buscamos nuestra realización.
Para todas aquellas que sienten inquietud por la maternidad, no lo hagan si no están dispuestas criar a los hijos y a tener muchos, puesto que en el don, va el juicio, es decir, a las que somos madres se nos juzgará por la cantidad de hijos que dimos a Dios.
Ejemplos de santidad Maternal.
Para evidenciar más lo que como mujeres debemos aspirar dentro de la maternidad católica, mostremos algunos ejemplos.
La Virgen María, se anonadó para dar Gloria a su Hijo. Nunca quiso ser más que su Hijo, y Dios la Coronó sobre todas las criaturas, Santa Giana Bereta, murió al dar la vida a su hijo, Santa Mónica, con sus lágrimas alcanzó la conversión para su hijo San Agustín, Beata Concepción(Conchita) Cabrera de Armida, madre de 9 hijos, llevó un apostolado excepcional sin descuidar nunca a sus hijos a quienes cuidó y procuró ella sola cuando su esposo murió, siempre abandonada a la Divina Providencia.
Tenemos miedo de dar hijos al mundo ya que este mundo cada vez esta peor, y nos dejamos llevar por el "en qué clase de mundo van a vivir mis hijos", se nos olvida que nuestra misión de madres es mucho más sublime, la de poblar el cielo.
Dejemos en manos de Dios el destino mundial en el que viviran nuestros hijos, pero trabajemos para dar al mundo unos excelentes ciudadanos.
En nuestros tiempos no hay mayor bendición y rebelión contra un sistema opresor, que ser madres de familia, lo seamos de sangre o de espíritu.
Realcemos la santidad en la maternidad que sin ella no llegaremos al cielo.
Estoy de acuerdo,Dios nos siga dando santas mujeres y madres de familia.
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