El dolor ha sido
motivo de una gran variedad de opiniones, sin embargo, la visión preponderante
es la de concebir al sufrimiento como algo intrínsecamente malvado, y la
modernidad pretende liberar en su totalidad al ser humano de este útil
sentimiento. Provocando el alejamiento y la renuncia a todo rastro de
sufrimiento.
Pero, el católico
debe entender esto de manera distinta, el sufrimiento forma parte fundamental
de nuestra fe, ya que, por el sufrimiento y a través de él somos capaces de ser
salvos, nos purificamos y nos santificamos, pues sin el sufrimiento,
paradójicamente, estaríamos condenados eternamente a él, sin retorno y sin
esperanza.
A lo largo de la
historia el magisterio nos ha dado múltiples demostraciones de esto, los
apóstoles sufrieron múltiples dolores e infinitas penas que con la fe puesta en
nuestro señor los soportaron con firmeza y decisión, los muchos santos mártires
son otra muestra de esto, fueron capaces de soportar el sufrimiento con una
única misión, la de mantener su fe en nuestro señor Jesucristo, la santísima
virgen también pasó por esto, pues observó al pueblo judío y las autoridades
romanas torturar y asesinar a su santísimo hijo, al hijo de Dios y señor
nuestro, dispuesto a sufrir horrores con tal de traer la reconciliación con su
pueblo, de rehacer un lazo que nosotros con nuestros pecados rompimos en el
pasado y que Jesús con su sangre ha restaurado por un incomprensible amor.
Por tanto, el
sufrimiento es una herramienta que se nos da con motivo y finalidad para
salvarnos, para tener la oportunidad de reunirnos con nuestro padre celestial
que con los brazos abiertos nos espera. En ocasiones podemos pensar o sentir
sufrimiento y equivocadamente rápidamente huimos de él, refugiándonos en el
pecado o el error, huyendo a sectas que con mensajes sentimentalistas y
heréticos nos abducen con promesas de evitar ese sufrimiento, y no hay peor
cosa que refugiarnos en el placer momentáneo, placer que contrariamente a
nuestro señor nos conduce al sufrimiento eterno.
Seamos pues,
conscientes de estas verdades y alejémonos de toda tentación que con ánimos de
frenar nuestro sufrimiento nos conduzcan a uno mucho peor.